La paradoja de la “turismofobia”

Son el terror de los locales que viven en un destino turístico, causantes de ruido, basura y aglomeraciones, pero al mismo tiempo, generan un impacto positivo en las ciudades en cuanto a empleo, posicionamiento y mejora de la economía, ¡así es! hablamos de los turistas en masa y del fenómeno conocido como: turismofobia.

¡Todo mundo fuera!

La historia de la humanidad relata que siempre hemos sido nómadas, amantes de poblar cada rincón del planeta, sin embargo, esta época plantea un conflicto entre quienes quieren descubrir un lugar y quienes viven en él.

La turismofobia es el temor, aversión o rechazo social que sienten los ciudadanos locales de un destino hacia los turistas que llegan de forma masiva. Este fenómeno se está presentando principalmente en destinos de Europa, como: Barcelona (España), Venecia (Italia), Santorini (Grecia) y Ámsterdam (Países Bajos).

Según el investigador George Doxey, un destino turístico atraviesa por cinco etapas en el comportamiento de su población local hacia el visitante: euforia, apatía, molestia, antagonismo y rendición.

¿Por qué se produce? Debido a la mala planificación de políticas turísticas, cuya explotación provoca la destrucción del tejido social y tiende a un decrecimiento en la calidad de vida local. Algunas razones del rechazo de los residentes hacia los turistas son debido a factores como: la ruptura de su cotidianidad, incremento de los precios de rentas de propiedades, incremento en los costos de vida, el hecho de no poder transitar con calma y tranquilidad por los sitios turísticos, salarios bajos y poco estables, degradación del ecosistema, contaminación, entre otros.

Andreas Pichler, director de cine, presentó en el 2013 un documental titulado “El Síndrome de Venecia”, donde narra las consecuencias de un exceso de turismo en Venecia, Italia. Más de cinco millones de visitantes cada año y apenas 50 mil residentes; se calcula que para el 2030 no quede gente local.

Turismo más humano

Entonces: ¿Viajar está mal? La respuesta es no. Definitivamente no. Lo que sí está de pensarse es que, si nuestras vacaciones atentan contra derechos básicos de los habitantes de los lugares que visitamos, algo no está funcionando. 

Respecto a visitar destinos sobresaturados de turismo algunas alternativas a considerar pueden ser sincronizar nuestro itinerario con temporadas bajas. Por ejemplo, si deseas viajar a España puedes considerar las siguientes fechas: 6 de enero al 1 de abril (invierno), del 15 abril al 30 de junio y de octubre al 21 de diciembre. Si tu interés es visitar la bohemia Venecia, entonces los meses que debes considerar son: enero, febrero y principios de marzo (aunque difícilmente encontrarás una Venecia desolada, ya que, por su extraordinaria belleza suelen haber visitantes).

Otras alternativas contra la masificación es: pasear por los destinos cuando cae la noche y/o madrugar para ver salir el sol y/o perderte por los barrios menos turísticos y más auténticos.

Un buen ejemplo de la canalización exitosa del turismo es la empresa Plastic Whale, quienes realizan recorridos de “pesca de plástico” por los canales de Ámsterdam. Inspirados por la crisis de los plásticos que afectan a los mares, ríos y lagos, Plastic Whale ofrece la oportunidad de ayudar a limpiar las vías acuáticas de la ciudad, en un barco hecho de material reciclado, mientras se conocen historias y lugares de interés en la ciudad.

Finalmente, es importante reflexionar sobre ser mejores viajeros. Turistas respetuosos capaces de adaptarnos a las culturas, estilos de vida y cotidianidades de los sitios que deseamos conocer. Contaminar menos. Aprender más de ellos y continuar con este intercambio que nos consolida como sociedad. 

Como en otras fobias, la respuesta parece estar en la comprensión y el diálogo, así como la implementación de dinámicas turísticas que no sean salvajes y que dejen experiencias positivas para todos.