Perderse para encontrarse: Chiapas

Nos lo han repetido incansablemente “no esperes nada”, pero en el fondo, creamos expectativas, especialmente al viajar.

En diciembre del 2018 tuve la oportunidad de conocer la región del Soconusco en Chiapas. Han transcurrido algunos meses y sigo tratando de dimensionar que mi vida cambió por completo a raíz de esa visita. 

¿Cuál es la clave para que un viaje se convierta en algo trascendental? ¿cómo sabemos que nuestra vida va a cambiar radicalmente? ¿hay una intuición? ¿el viento tiene que ir hacia el sur? No lo sé, divago.

Hay muchos componentes: tener la mente despejada, permitirnos ser vulnerables e ir con una cierta apertura sensorial… Lo demás, podrían ser circunstancias de la vida diciéndonos: “Hey, este es tu momento de aprender algo grande ¿estás listo?”

Cuando decimos que sí, comienza la magia. Los elementos danzan de manera armónica: las personas, la naturaleza, la música en los atardeceres… El perderse para encontrarse. 

La histórica región del Soconusco (palabra náhuatl xoconochco, que significa “lugar de las tunas agrias”) tiene un magnetismo que te eriza la piel. Quizás es porque a sus pies descansa el majestuoso volcán Tacaná, por ser el punto de unión entre México y Centroamérica, por la riqueza de sus suelos, por su exquisito café, por sus tortillas de betabel o zanahoria, por sus ceibas milenarias o por sus secretas zonas arqueológicas.

La energía natural y social de un destino influyen para crear un parteaguas en tu camino, pero es primordial tu energía interna, esto te permitirá recibir sin premuras los regalos que el destino te ofrece generosamente. 

Chiapas me enseñó a sentirme viva en el aquí y ahora, también me recordó que nunca es tarde para renovarse. A donde sea que vayas, no temas seguir el instructivo para volar que te ofrece la vida.