SE ACERCAN LAS PITAYAS

Antes de que las primeras lluvias anuncien el inicio del verano y justo cuando el calor está en su apogeo, hay algo que vuelve soportable las altas temperaturas: la temporada de pitayas.

Esta fruta exótica, refrescante, redondita y de pulpa carnosa suele ser de cuatro colores: amarillo, blanco, morado y rojo. A la roja suelen llamarla pitaya mamey y en municipios jaliscienses como Techaluta o Amacueca la consideran endémica.

Crecen en cactáceas u órganos que alcanza una altura de hasta cinco metros. Los “pitayos”, como también los llaman los locales regalan unas lindas vistas de carreteras cuando transitas por la libre de Guadalajara a Colima, los alcanzas a ver regios y en abril y mayo desbordando en fruto.

Este colorido manjar se cosecha desde finales de abril hasta el primer día de lluvia en los municipios de Amacueca, Sayula y Techaluta de Montenegro, en Jalisco, este último conocido como “la cuna de la pitaya”. Aunque hay otros estados como Oaxaca donde también se produce.

Viajar al Sur de Jalisco durante la temporada de pitayas es una postal única, ves a familias completas con sus arañas (palos con picos) en sus huertas piscando pitayas antes que caigan los rayos del sol, pues la luz las hace perder sabor si se cortan en ese punto.

A bordo de carretera hay mujeres que se encargan de quitar las espinas y las dejan en cestas de mimbre recubiertas con una cama de alfalfa, apenas pasas y ya te ofrecen alguna, de $10, $12 o $15 cada una y conforme te alejas te acompaña el eco de su grito: ¡hay pitaaaaaayas!

Es tan querida que suelen organizarse festivales y ferias en su honor; uno de los más populares es el Festival de la Pitaya en Amacueca, donde además de música y baile, se puede degustar en diferentes versiones, desde la manera más clásica como una fruta recién pelada hasta platillos como tamales, pan, mermeladas, dulces típicos, nieve, ponche, agua fresca, licor… ¡es exquisita de cualquier manera!