Marruecos es el tipo de destino que parece sacado de un cuento de Las mil y una noches. Entre sus laberínticos zocos, ciudades de tonos ocres, dunas doradas y el aroma embriagador de especias, este país tiene todo para enamorar a cualquier viajero.
Sin embargo, este país no es solo un destino, es una experiencia sensorial, un choque de culturas y una aventura sin igual; es el lugar perfecto para quienes buscan algo más que un viaje, así que prepara la maleta, afina el arte del regateo y déjate llevar por la magia.

CIUDADES QUE ENAMORAN
Si algo tenemos que destacar, es que en un solo viaje puedes recorrer las bulliciosas calles de Marrakech, perderte en los paisajes azules de Chefchaouen, la “ciudad azul”, dormir en una jaima (tienda de campaña) en medio del Sahara y disfrutar de la vista que te ofrecerán las montañas del Atlas. ¡Todo en un mismo país!
La ciudad más grande es Casablanca; es la puerta de entrada para muchos viajeros. Aquí destaca la impresionante mezquita Hassan II, una obra maestra de la arquitectura islámica que se alza frente al mar. Este terruño destaca por su modernidad, con elegantes cafés y una vibrante vida nocturna.
Marrakech, en cambio, es un festín para los sentidos. Su icónica plaza Jemaa el-Fna cobra vida con narradores de cuentos, encantadores de serpientes, puestos de comida que desprenden aromas irresistibles, alfombras hechas a mano y hasta perfumes artesanales.
Una de las ciudades donde se respira la tradición es Fez, la ciudad de la historia viva y uno de los mejores sitios para comprender la esencia marroquí. Su medina fue declarada Patrimonio de la Humanidad, y es un verdadero viaje al pasado con sus antiguas madrazas (escuelas) y un ambiente que te hará sentir en otra época.
Y luego está la joya azul del país: Chefchaouen. Sus calles pintadas en tonos celestes la convierten en uno de los destinos más fotogénicos del mundo. Pasear por sus callejuelas es una experiencia relajante.
FESTÍN PARA LOS SENTIDOS
Aquí, la gastronomía es una experiencia en sí misma, es una explosión de sabores y aromas. Algunos de sus platillos típicos son el tajín, un guiso cocinado lentamente en un recipiente de barro, puede prepararse con pollo, cordero, verduras o pescado, siempre sazonado con una combinación de especias que despiertan el paladar. El cuscús es otro plato estrella, es una receta tradicional que suele servirse los viernes en los hogares marroquíes, acompañado de verduras y carne.
También está la harira, una sopa espesa de tomate, lentejas y garbanzos que se consume especialmente durante el Ramadán. Y para los amantes del dulce, los pastelitos de almendra y miel combinados con el famoso té de menta son una delicia irresistible.
El té, además de ser una bebida es un símbolo de hospitalidad, y rechazarlo puede considerarse un gesto de descortesía.

EXPERIENCIAS INOLVIDABLES
Para conocer Marruecos por completo, definitivamente tienes que vivir la magia del desierto. Las dunas de Erg Chebbi, en Merzouga, son el lugar perfecto para una aventura inolvidable. Imagina montar en camello al atardecer, con la arena dorada extendiéndose hasta donde alcanza la vista y el cielo tiñéndose de tonos naranjas y morados. ¡Es un espectáculo que no querrás perderte!
La experiencia no termina con la travesía en camello. Pasar la noche en un campamento bereber bajo un cielo plagado de estrellas es una sensación indescriptible. La hospitalidad de los nómadas, la música tradicional alrededor de una fogata y el silencio absoluto del desierto crean un ambiente mágico que se queda grabado en la memoria.
Algo más que seguramente encontrarás aquí, son sus hammam tradicionales. Se trata de baños árabes que ofrecen un ritual de exfoliación y relajación que te dejará como nuevo. Esta será una excelente manera de finalizar un viaje lleno de aventura y descubrimiento.
Si buscas un viaje que despierte todos tus sentidos, Marruecos te espera para que vayas a descubrirlo, vivir su esencia y maravillarte con maravillosas postales.
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